Cuando en agosto de 2012, Salón Los Angeles celebró sus 75 años era ya el salón de baile por antonomasia, abolengo, fama y lugar de convocatoria de artistas, intelectuales y parroquianos de a pie, de la ciudad de México.

En 1937, el Señor Miguel Nieto Alcantara decidió transformar el inmueble, que empleaba como bodega para guardar camiones y costales de carbón, en un salón que ofreciera la oportunidad de desplegar el arte dancístico del barrio popular, sin saberlo estaba colocando las primeras piedras de un recinto que con el tiempo se convirtió en patrimonio cultural intangible del barrio Nuestra Señora de Los Ángeles, enclavado en la geografía de la siempre urbana colonia Guerrero.

El nombre del salón fue un préstamo a perpetuidad que los Nieto tomaron de la iglesia de al lado, Nuestra Señora de los Ángeles, donde, de niño, el mimo de mimos de México, Mario Moreno “Cantinflas”, fue acólito.

Con el paso de los años, “Cantinflas fue un asiduo parroquiano del Salón Los Angeles. Ahí llegaba a reunirse con uno de sus grandes amigos, también cómico de la legua y carpero, Adalberto Martínez “Resortes”. No había competencia para ellos, pues “Cantinflas” era un notable bailador de tango y mambo, mientras que “Resortes” lo era de mambo.

El 2 de agosto de 1937, Salón Los Angeles abrió sus puertas de par en par para no cerrarlas más. El honor de inaugurar el primer baile en la historia de este aposento correspondió a la Danzonera de Toto y a la Orquesta de Luis Arcaraz, esta última, una agrupación que como ninguna en nuestro país perfumó sus interpretaciones con un aroma elegante y de nostalgia por aquellos tiempos en los que bailar era sinónimo de frac, fuentes iluminadas y manteles largos.

Como ocurre con la mayoría de las empresas, la del Salón Los Angeles tuvo que enfrentar varios contratiempos para continuar con su paso firme hacia el futuro, una de ellas de índole burocrática, cuando “El Regente de Hierro”, Ernesto Uruchurtu, decidió que cabarets y salones de baile debían cerrar sus puertas a temprana hora. El inmueble de los hermanos Nieto resistió los embates a pie firme y mantuvo disponible la pista de baile.

Divertimento, constancia, esparcimiento y poder de convocatoria, alentados por las orquestas que ahí se presentaban, fueron ingredientes de una fórmula que pronto atrajo a personalidades del mundo artístico e intelectual, connotados y reconocidos habitantes de la noche que caían, solos o en tropel, quizá únicamente con su pareja en turno, pero lo hacían para bailar o también para intercambiar puntos de vista políticos o estéticos.

Ahí concurrieron, entre muchos miembros de aquella prominente legión, Diego Rivera y su inseparable Frida Kahlo; los hermanos Fidel y Raúl Castro, a quienes no se les puede regatear su fundamental participación en la Revolución cubana; el comandante Ernesto “Che” Guevara; el gobernador de Veracruz Miguel Alemán (hijo), que además de político era un bon vivant.

Y más adelante Carlos Fuentes, quien incluso no tuvo empacho en reunir a propios y extraños en el salón para celebrar los 40 años de su señera obra La región más transparente; el mayor y mejor representante de realismo mágico, el colombiano Gabriel García Márquez, que a la postre sería Premio Nobel de Literatura; Carlos Monsiváis, cronista de cronistas; el escritor portugués José Saramago, además de músicos como Celia Cruz, Willie Colón, Rubén Blades, la Sonora Santanera, y Benny Moré, de quien se dice que en una mesa del Los Angeles compuso su famosa pieza “Pero qué bonito bailan el mambo los mexicanos”.

Lugar de cita de pasiones, de pachucos y rumberas, Salón Los Angeles se le hacía tarde para adherirse la categoría de legendario, cosa que logró con muchos contratiempos y esfuerzos generacionales. Hoy, rebasando sus tres cuartos de siglo, también presume el galardón de ser el salón de baile más antiguo de la ciudad de México. Y estos es lo mejor de todo: está vigente, con su pista bruñida a base de suelas de zapatos y suertes artísticas apoyadas en los diversos ritmos afrocaribeños, que por cierto son tantos que alcanzan para escribir una enciclopedia.

Luces, cámara… y también teatro

En más de 75 años de existencia, la historia y las historias que atesora Salón Los Angeles son vastas y misceláneas. El cine y la representación teatral no le han sido ajenos. Sus instalaciones han servido para películas, como Una gallega baila mambo, protagonizada por Joaquín Pardavé y Silvia Pinal. María Rojo ensayó los pasos en el recinto que utilizó en la memorable cinta Danzón, filmada en gran parte en este salón. La actriz Rojo repitió estancia, al filmar la versión más reciente de Salón México. Y no podemos hacer de lado el filme de rico sabor carpero, Tívoli, de Alberto Isaac. En lo que concierne a las puestas en escena, Salón Los Angeles anunció la tercera llamada para la primera etapa de Aventurera, entonces protagonizada por Edith González.

A la gente que sabe lo que es vivir en una colonia popular, no le resulta sorprendente la pasión que despierta el noble arte de bailar. Por lo mismo, tampoco le es extraño que en algún lugar del entrañable salón reposen las cenizas de un hombre apodado “El Gallinazo”, cuya última voluntad fue seguir disfrutando del ambiente y la música del edificio de Lerdo 206.

De acuerdo con Miguel Nieto Applebaum, uno de los actuales propietarios del establecimiento, la famosa frase “Quien no conoce Los Angeles no conoce México” fue acuñada por su padre en 1948. Para Nieto Applebaum hay coherencia en esas palabras, pues Salón Los Angeles ha retratado la situación del país en sus diferentes etapas históricas, desde aquella primera en que la televisión no reinaba en los hogares mexicanos y la gente acudía a los salones de baile en busca de entretenimiento, distracción y disfrute, hasta la actual, plenamente dominada por la cultura audiovisual, por internet y sus derivados, que invitan a la gente a interactuar socialmente a través de su pantalla, olvidándose de que el mundo real es una mezcla sólida de emociones vivas, en las que el tacto, el gusto y el placer deben estar presentes de forma cotidiana.

Para que la tradición se conserve, Salón Los Angeles ofrece los martes danzón y música de grandes bandas, intercalando ritmos como el cha cha cha, mambo y swing. Los domingos hay son cubano, salsa y cumbia. Y para la gente que cree tener dos pies izquierdos, los “asesores de baile” que se sientan en la banca ubicada frente al escenario están dispuestos a demostrar que la habilidad de bailar la traemos, junto con la torta bajo el brazo, desde el nacimiento.

En la preservación de su legado de patrimonio inasible, el salón ha propuesto abrir su oferta, incorporando actividades culturales sin menoscabo de sus tradicionales bailes. Funciones de danza, exposiciones, presentaciones de libros, conferencias, clases de baile e incluso desfiles de moda son tareas contempladas por el establecimiento.

La historia y ubicación de Salón Los Angeles en la ciudad de México han contribuido a fortalecer los usos y costumbres que cohabitan en los barrios populares, aspectos irrefutables y constatables en la colonia Guerrero.

Con sus 75 años y contando, Salón Los Angeles es algo más que un lugar de encuentro y diversión, al generar en su entorno una dinámica económica sólida, de pequeñas empresas, de sociedades familiares, de lazos comunales que están presentes, tangible e intangiblemente, cada vez que Los Angeles abre sus puertas.

Así que quien conoce Los Angeles, sabe mucho de México y de su aroma popular y bullanguero.