Eliades

Por: Jorge Ricardo Nicolás / Reforma

Suena la guitarra, el bajo, las maracas, las congas, los oboes y las trompetas. Cae sobre el Salón Los Ángeles, en la Ciudad de México, otra época. Hay poca luz, terciopelos rojos, meseros con pajarita negra, una barra de licores y una dulcería con letras de neón. Sobre el escenario aparece Eliades Ochoa.

«Esto no será un concierto», dice, «será una reunión entre familiares después de muchos años».

Suya era la voz del Chan chan, esa apabullante carta de presentación Buena Vista Social Club en 1996, antecedida apenas por los dos o tres acordes de su guitarra, una manera de calibrar el peso de una isla, que se repetía en El carretero. Ésta última es con la que inicia el sábado: «Por el camino del sitio mío un carretero alegre pasó…».

La pista de baile, llena, grande como un campo de futbol, se mueve como un barco. Sigue con El cuarto de Tula, Candela y Chan chan. Ochoa, de 69 años, improvisa poco, las versiones son cortas. La nostalgia no suele ser muy exigente para conectarse con el pasado.

«Es impresionante, es una de las almas de Cuba», dice Eduardo Flores «El marqués la salsa», bañado en sudor.

Ochoa canta Lágrimas negras y alguien solloza, otros se quedan pensando y la multitud corea: «Aunque tú me has echado en el abandono/ aunque tú has muerto todas mis ilusiones…».

Cierra con una versión de El rey y El son de la loma: «Gracias por la felicidad», dice.

Se apaga el escenario, el lugar se vacía, suenan Los Van Van y luego Orishas, el barco Salón Los Ángeles atravesó una época.

Conferencia de prensa previa al concierto